lunes, 6 de diciembre de 2010

DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA

De pronto el mensaje en mi apartado de facebook captó mi atención. Leía: “Si hubieses llegado en febrero, como se suponía, ahora no me dolieras tanto… 

Por favor, haz tu visita rápido”. La seca oración escrita de entre la nada, sin un punto de referencia, me caló hondo. De repente, me sentí como si yo fuera el culpable. La autora de las líneas es una ex compañera de trabajo cuya vida dio un giro de 180 grados al aceptar cambiar su labor de periodista radial en algún punto del Caribe por una oferta de trabajo como maestra de idiomas –literalmente- al otro lado del mundo, allá donde Anna fue también a dar clases a los hijos del Rey de Siam. 

El hecho de estar ella tan lejos y recriminar a alguien que aparentemente viajó millas y millas salvando quien sabe cuántos obstáculos para finalmente estrujárselo así en la cara y encima de todo decirle que de media vuelta y se vaya por donde vino, me indignó. Lo confieso. 

Por un momento me puse en el lugar del susodicho y me preguntaba, de dónde sacó para el pasaje, cuanto le costó el precio del boleto con escalas de un viaje en avión de todo un día con su respectiva noche... llegaría de sorpresa y la sorprendió con otro que se le adelantó… Tiró las flores al piso o sencillamente dio media vuelta ante la mirada de suspicacia que por naturaleza tienen los orientales? Se dijeron algo entre gritos y lagrimas, mientras el achinado al fondo lo habrá confundido con un vendedor de flores, sin entender lo que decían… 

“Si hubieses llegado en febrero, como se suponía…” Eso me hizo identificarme tanto con él. Quiero decir, yo nunca, pero nunca –enfatizo-, tuve buen ‘timing’ en esos asuntos. Jamás llegué temprano o a tiempo. En eso tengo medalla de oro. Siempre estuve atrás en esos menesteres. Por eso, aquellas palabras me hicieron ver desfilar tres décadas de mi cincuentenaria vida ante mis ojos… Pero la otra parte, el final de la línea me hacía identificarme con ella, con su sufrir… “… ahora no me dolieras tanto” Nótese el intervalo de tiempo que pretende subrayar entre el febrero que se suponía y el caluroso julio de la implacable sentencia”.

"'Si hubieses llegado en febrero, como se suponía, ahora no me dolieras tanto… Por favor, haz tu visita rápido'. La seca oración me caló hondo. De repente, me sentí como si yo  fuera el culpable."
Sucede que la discreción es una de mis virtudes. (Y la humildad, también). Pero a uno que le gusta esto de hilvanar historias, no se puede quedar así como así después de leer esto. Además no podía dejar de pensar en ese enamorado al que ni siquiera le pidieron por favor –sino le ordenaron- hacer su visita rápido y que en ese momento al otro lado del mundo estaría determinado a cumplir con la petición, parado en la baranda de un puente mirando las embravecidas aguas del río Mekong decidiendo como tirarse, no sin antes escribir en su nota final a los suyos la razón de por qué tomo la decisión fatal allá, en el Paralelo 38, cuando lo hacían por acá vendiendo su mercancía en el mercado orgánico, con su alborotado pelo rizado, sandalias y mochila a la espalda. 


Confieso que las palabras me enamoraron. “Si hubieses llegado en febrero, como se suponía, ahora no me dolieras tanto…” Las imaginaba dichas por Lauren Bacall, Janet Leigh, Grace Kelly en una de aquellas películas en blanco y negro, mientras yo atento en la penumbra humedecía el popcorn bebiéndome las lágrimas.Es más, llegué a imaginar la lapidaria frase escrita en marcador rojo en las lozetas de un baño de mujer… como el epitafio de un amor que murió en la meta en una carrera de miles de millas, cara descompuesta, flores en la mano derecha, maleta en la izquierda y ella, con un chino atrás. 

No pude más. Un par de minutos mas tarde, dejando la discreción a un lado, le escribí una línea: “Me encanto esa frase literaria…” Vacilé en seguir escribiendo. Siguiendo el impulso terminé: “Déjame saber cómo termina la historia.” Tecla de ‘send’.La respuesta no se hizo esperar: La casi treintona amiga definitivamente no cree en los paños tibios: “No es lo que imaginas. Es algo natural como desagradable que nos pasan a nosotras las nenas”.

Uppss! No sabía si suspirar de alivio, sonrojarme o sentir vergüenza por el entremetimiento… No le respondí. Bueno que me pase.

Derechos Reservados Carlos Rubén Rosario 2010

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