martes, 11 de enero de 2011

DES-CONTROL-ADO


Hasta aquí llegó… De nada vale agitarlo o darle manigueta o cantazos, frotarlo contra la pierna, estirar el brazo… Ya no me da la sensación de seguridad cuando lo tengo en la mano.  Hasta hace poco, cada vez que lo agarraba fuertemente me hacía ver tan viril, tan macho,  tan… irresistible. Pero ya es el mismo…

Mi control remoto…, quizás mi último vestigio del poder que supuestamente tengo en casa.  El pobre ya no da pa’ más. No digo “se jodió”, porque hace tiempo había rendido la milla extra.

Pensaba en eso mientras esperaba la luz verde para llegar hasta la oficina de Cable TV para intentar cambiarlo.  Hacía días que la luz tenue  avisaba de que estaba en las últimas... Ya había que levantarse del sofá, dar tres pasos al frente y apuntar directo.

O si no, buscarle el ángulo… izquierda, derecha  y desde arriba, desde abajo. Funciona la técnica, créanme, pero no para esto.

Todos los hombres son iguales y en eso soy tan igual que los otros… de esos que ven  el control remoto como casi una prótesis… como tener el brazo derecho más largo que el otro. Y al mío, le había  dado, como se dice por ahí, como pandereta de aleluya.  

En mi intento porque reaccionara hoy casi lo pego a la caja de cable TV, pero me ganó. Dijo “no más”.  En dónde carajo este televisor tiene el botón de encendido…, pensaba esta tarde.  Estaba solo en casa. O sea, en total desamparo. Aunque nadie me crea, después de tres años con el mismo televisor no sabva dónde estaba el condenado botón. Estaba por creer que no lo tenía.   Y lo peor era someterme a la humillación de  tener  llamar por teléfono al sabelotodo de casa. Me lo imaginaba: “para eso tú me llamas”.  Bueno, era eso o esperar a que llegara alguno y mirar disimuladamente dónde se prende.





Por meses el control no tuvo tapa de la batería. Ahí empezó su odisea. Si no estaba uno pendiente  se le caían las baterías y ya usted sabe…. Hay una ley de Murphy, la de la caída de los cuerpos, que dice “cuando un objeto que puede rodar cae, volteara irremediablemente en la dirección del objeto más grande próximo a este y se detendrá en el bajo el centro geográfico del mismo”.  En la sala de mi casa, experimenté mil veces esa teoría o postulado o teorema, como se llame, con todo y sus variables dependientes, independientes y circunstanciales. Las baterías de mi control nunca fueron la excepción a la regla.  En un excelente y raro  ejemplo de iniciativa, alguien en casa resolvió el inconveniente poniéndole cinta adhesiva  para asegurarlas. Y eso, que no hablo de que el tiempo se detiene  cuando se pierde entre los cojines de los muebles y  hay que revolcar toda la sala hasta encontrarlo.

Ahora que lo veo detenidamente mientras espero el semáforo, ya en su teclado se han borrado los números… Para que será ese botón que dice “bypass” o ese de la ”m” … o  el de abajo, que no dice nada…

Tan feliz que era con aquel televisor Curthis Mathess en blanco y negro que nos crió en casa,  con sólo cuatro canales que había que  cambiar a mano y al que papi le había comprado la Rika-Antena para ver en Rikavisión. Sobreviviste Charlie y ahora te pones con esa comemierdería.

Bueno, llegó el momento. Ahora a  enfrentar mis temores. Es qué está tan maltratado que no me lo van a cambiar… Parece que todavía hay gente en la oficina del  cable y son las menos 5.  

¡Cómo que está cerrado! … Que me abran la puerta, que mi control está “descoñetao”…  Miren que mañana es feriado y después  es domingo…

¡Que ABRAN LA PUERTAAA,  carajo! No hagan que aquí mismo pierda el  CONTROOOLLL!!!!

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© Derechos Reservados Carlos Rubén Rosario 2011