domingo, 28 de noviembre de 2010

MUCHAS GRACIAS, DON MANUEL

Al cumplirse en estos días otro aniversario de la partida física de don Manuel Toro, el fundador de La Prensa de Orlando, vuelve a divagar su imagen en mi memoria al recordar su paso por mi vida, pasos que dejaron huellas en la enseñanza que me dejó en apreciar mejor los valores de mi tierra. 

Era el año 2001. El periódico en el que yo trabajaba tenía dificultades económicas por lo que envié correos electrónicos a varias publicaciones ofreciéndoles colaborar con éstos desde Puerto Rico. 

Fue una mañana de domingo cuando recibí su llamada para reunirnos en esos días en un viaje que haría a la Isla. Tanto me sorprendió su llamada, como el día y la hora, pero al conocerlo poco a poco, entendí que su dedicación por el periódico y su causa por luchar por las comunidades hispanas en Florida Central no conocían de horarios. 

“Cuando escriba, usted es embajador de la Isla ante los puertorriqueños y toda la comunidad hispana que está acá”,
me dijo tajantemente.


Sucede que en aquel entonces, trabajaba en una redacción en donde el director –legendario personaje con historias para varios escritos- tenía el don de la ubicuidad o estar a la misma vez en dos sitios distintos y, como tal, de conocer todo lo que allí acontecía. Nos fuimos a un negocio cercano. Fue directo, como siempre: me propuso escribir sobre el acontecer diario del País, porque no estaba conforme con la información que llegaba del cable. No era mucho lo que me podia pagar, pero la encomienda –escribir para más allá de las fronteras de mi islita- y el público lector al que serviría hizo de la tarea un apostolado. 

Y así, entre llamadas y encuentros en sus visitas a la Isla, como en mis viajes a Orlando, establecimos una relación de colaboración y respeto. 

Como dije: era directo en su palabra, pero a la vez amable, cordial. Sólo bastaba una corta llamada para anunciar su visita a Puerto Rico y nos recibía en su apartamento a mi esposa y a mí, para hablarnos de los planes que bullían en su incansable mente que no dejaba de trabajar. Y hablaba de todo: de cuando ejercía la psiquiatría, su llegada a Orlando, los proyectos con La Prensa y el Directorio Hispano. Al final, la pregunta obligada: cuándo se van para Orlando?. 



Cada vez que íbamos nos pedía unos minutos para vernos allá. Fue así como una mañana de un fin de semana, -domingo, por cierto- nos citó en la casita grisácea, de madera, que fue sede de La Prensa y nos habló de los planes de expansion. Además de directo, preciso. Mientras señalaba el solar, me hablaba de la agenda de construcción con la seguridad de quien visualiza el porvenir sin que con todo y fechas, como si estuviera mirando, cada uno de los lugares del proyecto aún sin construirse. 

La última vez que le vi, le llevaba de camino al aeropuerto. Su paso era más lento. Pero tenía un empuje en el espíritu y una visión de futuro que rápidamente hacía olvidar y pasar la conversación a otros temas, como el de ampliar la distribución de La Prensa. 

Meses después fui al recien inaugurado edificio de La Prensa para saludarle. Fue emocionante ver todo aquel edificio tal como lo imaginó don Manuel aquel domingo en el solar. Pero ya no era frecuente verlo por allí. 

Siempre le di las gracias y valoro mucho la oportunidad única de servir de contacto entre nuestra Isla y toda una comunidad boricua en la Florida Central, lo que llevo en mi carta de presentación. 

Aquí queda su obra. Al leer semanalmente en la computadora las páginas de su periódico reflexiono sobre la visión que tuvo don Manuel de abrir el camino a cientos de miles de hispanos que han llegado a Florida mediante la fundación de La Prensa y el Directorio Hispano. Ya no hay fronteras. De la casita gris a la majestuosa sede, de la Florida Central, a Tampa y de ahí al conglomerado que también alberga otros periódicos hispanos y de ahí al mundo…. Con el toque de un botón. Hoy nadie duda de esa obra de don Manuel Toro. 

En las primeras líneas, aludí a la enseñanza que me dejó: “cuando escriba, usted es embajador de la Isla ante los puertorriqueños y toda la comunidad hispana que está acá”, me dijo tajantemente. No era escribir por escribir. Era representar a Puerto Rico ante otros hermanos hispanos, presentarles su realidad y llevar lo mejor de mi país –su cultura y su identidad nacional. 

Ese fue el legado de su paso por mi vida y, más allá de eso, es la herencia de la visión de un hombre que nos deja este foro para mantenernos en contacto mediante la información, vital defensa para los inmigrantes, la orientación de nuestros derechos, la exposición de nuestra cultura hispana. 

Los grandes hombres no mueren cuando dejan vivo un patrimonio entre los que nos quedamos. Hoy le despido una vez más con las palabras de siempre: muchas gracias, don Manuel. 
 

Enero de 2009


© Derechos Reservados Carlos Rubén Rosario 2010

No hay comentarios: