sábado, 16 de abril de 2011

MI ETERNO "CRUSH" CON GINA WILSON




Todos los muchachos alguna vez tuvimos una fantasía. La de nosotros, en la escuela, fue Gina Wilson… Aún hoy recuerdo su nombre y sonrío…

Hoy, aquellos muchachos ya sobrepasamos los cincuenta años. Seguimos siendo aquellos amigos –ahora canosos, calvos y con las primeras arrugas. Nuestra amistad se mantiene reforzada por los años, los encuentros mensuales y los recuerdos… Pero curiosamente, el nombre de Gina Wilson rara vez se menciona, por no decir que nunca lo mencionamos. No es que sea tema prohibido. Es que sencillamente no se menciona.

Quizás algunos no recuerden su nombre. (No quiero tirarlos “al medio”, pero si alguna de ustedes les preguntan por ella, la negarán. Así que ni se ocupen.)

En aquellos años de escolar, indagar por Gina Wilson era provocar miradas al vacío -como queriendo encontrar respuestas- a quien le preguntabas  y sonrisas de complicidad en el “corillo” que le acompañaba. Sucede que yo vivía al otro lado de la ciudad en donde quedaba nuestra escuela. Por tanto, cuando los fines de semana iba al vecindario de mis amistades, era el blanco fácil de los “vellones” que me pegaban. Así fue que supe de Gina… la leyenda.

Que cómo era… Su físico era tan indescriptible que, como dice la canción de Sylvia Rexach, “todos tenemos que dar nuestra propia versión. Hay variedad de opiniones y mil definiciones…”  Para mí, Gina Wilson era delicada, un ángel que quitaba la respiración al verla pasar… Era sublime y un encuentro con ella no se podía describir con palabras. Eso me decían ellos. Quizás quien mejor me la describió fue el que me dijo que era como ver a Farrah Fawcett, pero con el uniforme de la escuela.

¡Ahhh Gina Wilson! Qué no era. Definitivamente no era Iris Chacón.    No despertaba nuestros incipientes instintos sexuales, aun sin estrenar, por más alarde que hiciéramos de eso. Ni siquiera se podía comparar con Wilnelia, la ex Miss Mundo de nuestra escuela, que para nosotros era la hermana de Kiko, el de Río Cañas.

En los años de aquellos primeros amores, nuestras “novias de embuste” no sabían que cuando le enviábamos el “sí o no” con una amiga en común o les hablábamos en aquellas largas conversaciones de banquillos o  nos dábamos  besitos con sabor a  “Koole” y empanadilla, nuestro pensamiento era para Gina Wilson.

Soñaba con el día en que al fin la pudiera conocer. Me la imaginaba rubia, con trenzas y una falda larga, siempre en  un maizal al lado de un lago, subiendo a un bote de remos…  Nunca supe por qué , pero siempre me ha imaginaba así. O como la actriz de Pretty Baby, la película que ví en el Alcázar. Una tal Brooke... la niña mas linda que jamás había visto.

No me casé con Gina Wilson. Ni yo, ni ninguno de nosotros lo hizo… Pero hoy puedo decir que aunque hay cosas de las que un matrimonio no habla, Gina Wilson no admite esas trabas. Mi esposa conoce a Gina Wilson… y aunque habrá nombres que no se mencionan (que es parte del secreto de un matrimonio largo), cuando lo hago con la mayor tranquilidad –y sonrío a su recuerdo- mi esposa no me reclama y queda de lo más tranquila.

Así es Gina Wilson.

Que por qué la recuerdo hoy. Estábamos de paseo en el Centro Comercial y entre el gentío pasa frente a nosotros una joven vestida de gitana de piel color café, rojiza por el sol y cabello rizado. Me impactó el profundo azul de sus ojos que me miraron por sólo un segundo. Y pensé: se parece a Gina Wilson.

Pero toda ilusión muere. A mí me pasó justo antes de entrar a la Universidad. Aquellos amigos llevábamos a uno de los nuestros a su ingreso a la Guardia Costera.  La noche anterior le hicimos una fiesta de despedida a la que fui porque por fin iba a conocer a Gina Wilson. Ella nunca llegó a la fiesta.

Al día siguiente, mi amigo me dice que antes de partir quería pasar por la casa de Gina Wilson. Desvió el viejo Rambler del ‘65. “Ya verás, Carlos, como es…”, me decían los demás. Cuando por fin se detuvieron frente a una casa, esperaron a que yo preguntara “¿Aquí es?”. Todos estallaron en risas y cruelmente me dijeron que Gina Wilson no existía. Crueldades de los adolescentes. Un "bullying" emocional, diría yo.

Para consolar mi desengaño me hablaron de que por mucho tiempo le habían soltado cabuya a  aquella fantasía que alguien empezó y con la que fueron cayendo todos, uno a uno. Gina Wilson fue una ilusión en la que todos creímos –aunque algunos hoy la nieguen- y que nos ha hecho suspirar, créanme, por todos estos años.

Dirán que para nosotros, eso de Gina Wilson fue  una locura. ¿Pero todos no creímos, oímos, imaginamos y hasta vimos a Santa Claus? Pues eso. Es lo mismo. 


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